El excomandante de las FARC que ahora hace rutas de reconciliación en Granada, Antioquia

Noticia tomada del portal de El Colombiano

https://www.elcolombiano.com/antioquia/el-excomandante-de-las-farc-que-ahora-hace-rutas-de-reconciliacion-en-granada-antioquia-EB26506507

 

El exjefe político del Noveno Frente volvió, pidió perdón y se asoció con varios reinsertados y víctimas en proyectos que combinan turismo en territorios antes afectados por el conflicto, cultivo de café y producción de otros alimentos.

En Granada están pasando cosas raras, tan extrañas como que en el corregimiento Santa Ana, que en el pasado fue escenario de la confrontación más sanguinaria entre grupos armados, ahora haya un exsoldado como parte de la escolta de un firmante de paz. O que en una finca dos víctimas y tres exguerrilleros trabajen juntos para sacar el mejor café posible.

En el mismo pueblo ocurre que un excomandante de las Farc se asoció con un desplazado para contar a varias voces cómo vivieron el conflicto armado desde los roles que la vida los puso a asumir en él.

William Forero asegura que acá se está viviendo un proceso de reconciliación autónomo en el sentido de que prácticamente el Estado no ha metido sus narices y no ha venido gente a dictarles talleres sobre cómo es eso de reconciliarse sino que es la misma gente la que ha tomado la iniciativa y se está inventando las formas, porque sufrieron la guerra y no quieren que les vuelva a tocar.

De hecho, coincide con Francis García, su socio, en que al pueblo, que en el pasado estuvo en la boca del país por la crudeza de la confrontación, lo dejaron en el olvido dentro de los procesos del postconflicto al punto de que ni siquiera fue considerado dentro de las llamadas zonas PDET (las involucradas en los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial y que, por tanto, cuentan con más inversión estatal).

En otro tiempo a Forero lo conocían por acá, pero no por su apellido original sino como Carlos Alberto Plotter, el comandante político del Noveno Frente de las Farc. Fue la cara más visible de esa guerrilla en el año 2001 ante los medios de comunicación cuando ese grupo liberó en el parque de Santa Ana a 22 militares y policías que tenían retenidos. Hubo una parada militar en la que los subversivos desfilaron en escuadra llevando la bandera de su movimiento y cantando su himno, como si fuera un ejército de un país que entrega los rehenes de otro país con el que está en guerra.

Contra todo pronóstico –porque en ese tiempo se mostraba como el más convencido de su causa– en 2002 Plotter desertó de las filas insurgentes y de manera increíble también hace 10 años decidió volver al Oriente, donde mencionar su nombre causaba terror. Hoy, de 54 años, ya no viste de verde camuflado sino una camiseta gris que del lado izquierdo tiene el escudo que dice Don Juve, y del derecho, Hijos de la Montaña.

Llegó como un parroquiano cualquiera, con esposa e hija, decidido a predicar la palabra de Dios desde su nueva condición de Testigo de Jehová. Le pidió perdón a la gente por el pasado y desde entonces está tratando de jalonar proyectos que le permitan sostenerse económicamente pero que a la vez beneficien a la comunidad.

Una de esas iniciativas es la marca Dulce Paz, que les compra frutas y otros insumos a desmovilizados residentes en la parte más fría del municipio para producir encurtidos, mermeladas, cacao artesanal y miel. También está el Café Don Juve, que produce en una finca de Santa Ana con su esposa, con otro excombatiente del Frente Noveno al que llaman el “Templao” y con dos lugareños que habían quedado desterrados por la violencia y retornaron.

Francis confiesa que en un principio cuando se encontró con Plotter tuvo desconfianza de que fuera un caso más de desertores que volvían a buscar caletas donde dejaron armas para montar sus propias bandas con el fin de extorsionar a la población, pero las actuaciones del exjefe subversivo lo convencieron de lo contrario.

Caminos de Reconciliación se llaman los recorridos turísticos que ofrece la preasociación de excombatientes y desplazados Hijos de la Montaña. Todos comienzan en el local del pueblo donde expenden el café Don Juve en grano, molido o ya convertido en una deliciosa bebida que se puede disfrutar sentado allí mismo en muebles mullidos, atendidos por Natalia, la esposa de William y en medio de la biblioteca que la familia puso al servicio de los clientes.

Los asociados a Hijos de la Montaña saben que la llevan perdida con los operadores de turismo de Guatapé, Cocorná o San Carlos porque Granada no tiene la exuberancia de las caídas de agua, las piscinas naturales o el espejo azul de la represa, pero en cambio están tratando de convertir el conflicto que ha sido su mayor tortura en una fortaleza para potenciar la llegada de visitantes.

La ventaja comparativa es poder mostrar la geografía de la guerra en vivo y en directo y que los mismos protagonistas relaten lo que ha sido ese tránsito hacia la paz.

El Centro Nacional de Memoria Histórica registró que entre los años 1993 y 2004 en este municipio sucedieron 49 ejecuciones extrajudiciales, 13 masacres, 299 episodios de desaparición forzada, 47 secuestros y 1.500 homicidios. En su territorio actuaron no solo las Farc (frentes 9 y 47), sino el Eln y los paramilitares del bloque Metro, a la vez que el Ejército desplegó una acción que en muchas ocasiones fue cuestionada.

—Comenzamos a pensar lo que ha sucedido históricamente en el territorio. Tenemos una experiencia sociológica en lo que es construir escenarios de reconciliación. Acá no ha habido un reciclaje de violencias, como sucede en otros territorios; se presentan cosas esporádicas de actores (violentos), pero no es una presencia consolidada —apunta William.

Los clientes, por lo pronto, son universidades, organizaciones sociales y centros interesados en la pedagogía del conflicto y la paz.

***

Tomamos en un carro por la vía a San Carlos que hasta hace cerca de un año no estaba pavimentada para hacer una de las cuatro rutas que han diseñado, a la que denominan la Ruta Cordobesa.

William relata que estos caminos fueron los mismos que en la época de la colonización paisa usaron los arrieros para comerciar con otros municipios y con el departamento de Caldas, que luego usaron todos los actores armados como corredores y que hoy día quieren posicionar como caminos de reconciliación.

—¿Y quién puede hacer eso? Los que conocen el territorio y los que han vivido en él. Entonces la guianza de esas rutas de reconciliación la hacemos un excombatiente y un desplazado que contamos, sin morbo, lo que sucedió, con el objetivo de que la guerra no se vuelva a repetir —anota.

A eso se suma que Francis estudió siete semestres de Historia en la Universidad Nacional, y fue fundador de la Asociación de Víctimas de Granada así como del Salón del Nunca Más.

La vía combina una mezcla de sensaciones. En algunos sitios las casas y negocios en construcción muestran un creciente auge que se empieza a avizorar después de la pavimentación porque permite llegar a San Carlos sin las congestiones del paso por Guatapé. Pero de cuando en vez también se observan paredes enmohecidas o casas derruidas, porque no se ha borrado del todo los efectos de la barbarie.

William menciona que en una época en que las Farc creían firmemente que podían tomarse el poder idearon un plan estratégico que comprendía tres elementos: movimientos grandes de unidades para chocar con sus adversarios, golpes de mano o emboscadas; el ataque a posiciones fijas como los puestos de policía; atentar contra puestos móviles como las bases del Ejército y del paramilitarismo, y mantener un control territorial con el trabajo de masas.

En el Oriente, añade, la idea era agrupar una fuerza militar grande capaz de sacar al enemigo –la Fuerza Pública–, y dice que aparentemente ese objetivo se iba cumpliendo porque en aquella época quitaron los puestos de policía de pueblos como San Luis, Cocorná, Argelia o San Francisco. Los alcaldes tenían que despachar desde Medellín y renunciaron 23. Se creó un vacío de poder que llenaron los ilegales.

En sus palabras no se advierte un ánimo triunfalista, sino un intento de que la gente entienda la lógica interna de las Farc, el que fue su grupo. Esa estrategia que el antiguo comandante cuenta marcó el recrudecimiento del conflicto donde la que sufrió más fue la población civil.

Francis menciona que en el Alto del Palmar, en la vía a El Santuario, había un retén en el que quien estuviera controlándolo (algunas veces el Ejército, otras los paras o alguna facción insurgentes) definía de forma caprichosa si el que pasaba era amigo o enemigo, y si el concepto no era favorable, hasta ahí llegaba.

El problema era que los habitantes urbanos estaban marcados con el estigma de ser paramilitares y los campesinos, de ponerse de parte de la guerrilla. De ahí que unos y otros, cuando tenían necesidad de movilizarse, no podían tomar las carreteras sino improvisar trochas.

Entre el 6 y el 7 de diciembre del año 2000 un bombazo de las Farc dejó 19 personas muertas, 21 heridos y los escombros de 200 construcciones. El área central de Granada quedó con aspecto de campo de batalla. La versión más difundida habla de que ahí la guerrilla empleó 400 kilos de explosivos. William asegura que fueron 200.

La fecha del fatídico acontecimiento, Francis llevaba apenas un día de haber retornado a su pueblo tras su primer desplazamiento forzado por la arremetida de las Farc. El segundo desplazamiento fue entre 2003 y 2008 a causa de la violencia que desplegaron los “paras”.

***

Apenas a unos cinco minutos del pueblo, Francis cuenta que acá había un puesto de control y a todo el que veían con una libra de panela o un kilo de arroz de más se atenía a las consecuencias. Se llama El Carmelo y al avanzar un poco más nos topamos con una explanada en el sitio Tafetanes, donde posiblemente montarán un estadero. El abismo que se ve desde el carro, cuentan los guías, fue un botadero de muertos de todos grupos. Entre las víctimas hubo dos primos de Francis.

Unos 20 o 25 minutos después en el recorrido aparece un cruce de carretera a la derecha. Es visible por la inmensa roca sobre la cual Francisco “Pacho” Galeano está montando una venta de comestibles y licor. Es la entrada a la vereda La Quiebra. En las partidas, se insinúa una vía que intercala tramos en cemento y en tierra pelada; una paleta de madera en forma de flecha muestra que por allí también se va a Santa Ana.

Mientras que la niña que está a su lado juega con un pincher miniatura, “Pacho” rememora que él y casi toda la familia se fueron y solo quedaron los viejos, que a juicio de los armados de distinta pelambre, que los asediaron no constituían una amenaza.

William anota que este era un paraje estratégico porque quien lo controlara podía transitar hacia la autopista Medellín-Bogotá, a Guatapé, El Peñol, San Rafael o San Carlos. Señala a lo alto de una cuchilla y agrega que por ahí funcionó por mucho tiempo una emisora clandestina a través de la cual las Farc desplegaba su propaganda.

“Pacho” hace memoria del día en que se desató un combate feroz como ninguno entre la guerrilla y el Ejército:

—Nosotros estábamos desayunando. Eso fue como a las ocho de la mañana. Empezaron como a explotar bombas arriba y comenzó un enfrentamiento, hermano. Y después, viendo que por la montaña se veía un desfile largo de guerrilleros y del otro lado también se veía un desfile bravo de soldados, mi mamá decía: ‘Tírenme esos colchones encima’ y el resto nos metimos debajo de la cama también. Por ahí a las ocho de la noche pararon y nos fuimos para otra parte a esperar a que pasara la vaina.

—La balacera duró cinco días —apunta William.

Por mucho tiempo la vereda se quedó sola y aunque es cierto que mucha gente ha vuelto, también lo es que sigue habiendo casas de aspecto fantasmal.

William Forero, a quien conocían antes como Plotter, el jefe político del noveno Frente de las FARC, pidió perdón y ahora trabaja con la gente. FOTO: Julio César Herrera

Más adelante, en el sector de La Aguada, Francis señala una casa de fachada blanca con puerta y ventanas azules, que está marcada en la historia porque coincide con un puesto de control casi permanente de la guerrilla y porque, en una fecha entre 2001 y 2002 que no recuerda, allí mataron a siete personas. En su momento se dijo que eran milicianos de las Farc que se habían reunido.

—Dicen que el Ejército le había avisado al cura de un operativo y entonces él se llevó a la gente (los vecinos) para la escuela, donde está la torre; hizo una misa para recoger a todo mundo —espeta Francis.

Avanzamos apenas un poco cuando el historiador apunta con el índice hacia otra casita en lo alto de una colina, casi a bordo de carretera, que de acuerdo con testimonios de personas cercanas al Eln, fue donde se originó el frente Carlos Alirio Buitrago, el mismo que le dio aspecto de cementerio a la autopista Medellín-Bogotá por un periodo largo.

—Fue una reunión donde se venían recogiendo muchachos de San Luis, venían desde el Magdalena Medio subiendo. Fue después de la Operación Anorí, que hizo desbandar a toda la gente de ellos que había en el Nordeste —dice.

Después nos desviamos por una vía destapada y salimos al río calderas con su corriente apabullante. Ahí la ruta Cordobesa se cruza con otra de un contenido histórico que remite a una guerra más añeja, posterior a la gesta independentista de Bolívar, cuando el general José María Córdova se rebeló ante la decisión del Libertador de hacerse dictador. El general O’Leary se encargó de doblegarlo y por acá fue la cacería. Un puente moderno y a su lado los vestigios de dos antiguos son la disculpa para que los Hijos de la Montaña traigan a cuento lo ocurrido en tres épocas diferentes.

Casi para concluir, paramos en una de las tiendas comunitarias que hay dispersas por las veredas de Granada, que son producto de procesos organizativos de las comunidades, pero también fueron de las primeras que tuvieron que cerrar durante el conflicto por ser chivos expiatorios de los armados. Ahora tratan de florecer de nuevo.

Antes de retornar al pueblo, hay una visita “obligada” a la escuela de La Aguada, donde la profesora Enoris Barco les enseña a ocho niños, de preescolar a quinto, a punta de canciones y manualidades. Ante la pregunta de qué sentido tiene esta estación en medio de un repertorio de escenarios sangrientos, William resalta que se trata de conocer las nuevas dinámicas sociales que se van dando en el postconflicto.

Algo tan extraño como que en los últimos días Granada no haya figurado en las redes sociales y medios de comunicación por hechos violentos, como en el pasado, sino por la manera peculiar en que un niño llamado Felipe vende empanadas en el parque a punta de piropos.

Las cuatro rutas diseñadas hasta ahora:

Ruta Cordobesa: Desde el pueblo, son cerca de tres horas que se hacen en carro y a pie. El recorrido incluye varios sitios marcados por el conflicto armado de las últimas décadas del siglo pasado y la primera del presente.

Ruta “Persiguiendo a Córdoba”: Dura cerca de hora y media, siguiendo el recorrido que hizo el general O’leary para perseguir al general José María Córdova cuando se sublevó contra Bolívar. Comienza con un ascenso prolongado a pie y pasa por puntos claves como la caseta de la acción comunal de la vereda La María y por El Vergel, donde hubo varios hechos violentos en las últimas décadas.

Ruta La Reconciliación: Parte del corregimiento Santa Ana y va a la vereda Las Palmas. Casi toda es en descenso y dura alrededor de dos horas. Pasa por donde las Farc tenía un hospital, baja a un charco grande en el cauce del río Calderas y culmina con almuerzo en compañía de los campesinos de la región.

Ruta “Tras los pasos de la arriería”: Es un recorrido más natural que dura unas tres horas. También comienza en Santa Ana y baja al río Calderas en límites con San Luis, hasta La Bodega, donde la gente se puede bañar; Si hay suerte, es posible toparse con especies como monos Tití. Por acá queda el primer Bosque de Paz que inauguró el gobierno Santos, donde muchos árboles tienen placas con los nombres víctimas. De manera paralela los guías cuentan lo que pasó en la vereda La María, que fue la retaguardia estratégica de las Farc, donde el Ejército desembarcaba sus tropas y sitio de concentración de soldados y policías secuestrados antes de que la guerrilla los devolviera en 2001.

Llegó como un parroquiano cualquiera, con esposa e hija, decidido a predicar la palabra de Dios desde su nueva condición de Testigo de Jehová. Le pidió perdón a la gente por el pasado y desde entonces está tratando de jalonar proyectos que le permitan sostenerse económicamente pero que a la vez beneficien a la comunidad.

Una de esas iniciativas es la marca Dulce Paz, que les compra frutas y otros insumos a desmovilizados residentes en la parte más fría del municipio para producir encurtidos, mermeladas, cacao artesanal y miel. También está el Café Don Juve, que produce en una finca de Santa Ana con su esposa, con otro excombatiente del Frente Noveno al que llaman el “Templao” y con dos lugareños que habían quedado desterrados por la violencia y retornaron.

Francis confiesa que en un principio cuando se encontró con Plotter tuvo desconfianza de que fuera un caso más de desertores que volvían a buscar caletas donde dejaron armas para montar sus propias bandas con el fin de extorsionar a la población, pero las actuaciones del exjefe subversivo lo convencieron de lo contrario.

Caminos de Reconciliación se llaman los recorridos turísticos que ofrece la preasociación de excombatientes y desplazados Hijos de la Montaña. Todos comienzan en el local del pueblo donde expenden el café Don Juve en grano, molido o ya convertido en una deliciosa bebida que se puede disfrutar sentado allí mismo en muebles mullidos, atendidos por Natalia, la esposa de William y en medio de la biblioteca que la familia puso al servicio de los clientes.

Los asociados a Hijos de la Montaña saben que la llevan perdida con los operadores de turismo de Guatapé, Cocorná o San Carlos porque Granada no tiene la exuberancia de las caídas de agua, las piscinas naturales o el espejo azul de la represa, pero en cambio están tratando de convertir el conflicto que ha sido su mayor tortura en una fortaleza para potenciar la llegada de visitantes.

La ventaja comparativa es poder mostrar la geografía de la guerra en vivo y en directo y que los mismos protagonistas relaten lo que ha sido ese tránsito hacia la paz.

El Centro Nacional de Memoria Histórica registró que entre los años 1993 y 2004 en este municipio sucedieron 49 ejecuciones extrajudiciales, 13 masacres, 299 episodios de desaparición forzada, 47 secuestros y 1.500 homicidios. En su territorio actuaron no solo las Farc (frentes 9 y 47), sino el Eln y los paramilitares del bloque Metro, a la vez que el Ejército desplegó una acción que en muchas ocasiones fue cuestionada.

—Comenzamos a pensar lo que ha sucedido históricamente en el territorio. Tenemos una experiencia sociológica en lo que es construir escenarios de reconciliación. Acá no ha habido un reciclaje de violencias, como sucede en otros territorios; se presentan cosas esporádicas de actores (violentos), pero no es una presencia consolidada —apunta William.

Los clientes, por lo pronto, son universidades, organizaciones sociales y centros interesados en la pedagogía del conflicto y la paz.

***

Tomamos en un carro por la vía a San Carlos que hasta hace cerca de un año no estaba pavimentada para hacer una de las cuatro rutas que han diseñado, a la que denominan la Ruta Cordobesa.

William relata que estos caminos fueron los mismos que en la época de la colonización paisa usaron los arrieros para comerciar con otros municipios y con el departamento de Caldas, que luego usaron todos los actores armados como corredores y que hoy día quieren posicionar como caminos de reconciliación.

—¿Y quién puede hacer eso? Los que conocen el territorio y los que han vivido en él. Entonces la guianza de esas rutas de reconciliación la hacemos un excombatiente y un desplazado que contamos, sin morbo, lo que sucedió, con el objetivo de que la guerra no se vuelva a repetir —anota.

A eso se suma que Francis estudió siete semestres de Historia en la Universidad Nacional, y fue fundador de la Asociación de Víctimas de Granada así como del Salón del Nunca Más.

La vía combina una mezcla de sensaciones. En algunos sitios las casas y negocios en construcción muestran un creciente auge que se empieza a avizorar después de la pavimentación porque permite llegar a San Carlos sin las congestiones del paso por Guatapé. Pero de cuando en vez también se observan paredes enmohecidas o casas derruidas, porque no se ha borrado del todo los efectos de la barbarie.

William menciona que en una época en que las Farc creían firmemente que podían tomarse el poder idearon un plan estratégico que comprendía tres elementos: movimientos grandes de unidades para chocar con sus adversarios, golpes de mano o emboscadas; el ataque a posiciones fijas como los puestos de policía; atentar contra puestos móviles como las bases del Ejército y del paramilitarismo, y mantener un control territorial con el trabajo de masas.

En el Oriente, añade, la idea era agrupar una fuerza militar grande capaz de sacar al enemigo –la Fuerza Pública–, y dice que aparentemente ese objetivo se iba cumpliendo porque en aquella época quitaron los puestos de policía de pueblos como San Luis, Cocorná, Argelia o San Francisco. Los alcaldes tenían que despachar desde Medellín y renunciaron 23. Se creó un vacío de poder que llenaron los ilegales.

En sus palabras no se advierte un ánimo triunfalista, sino un intento de que la gente entienda la lógica interna de las Farc, el que fue su grupo. Esa estrategia que el antiguo comandante cuenta marcó el recrudecimiento del conflicto donde la que sufrió más fue la población civil.

Francis menciona que en el Alto del Palmar, en la vía a El Santuario, había un retén en el que quien estuviera controlándolo (algunas veces el Ejército, otras los paras o alguna facción insurgentes) definía de forma caprichosa si el que pasaba era amigo o enemigo, y si el concepto no era favorable, hasta ahí llegaba.

El problema era que los habitantes urbanos estaban marcados con el estigma de ser paramilitares y los campesinos, de ponerse de parte de la guerrilla. De ahí que unos y otros, cuando tenían necesidad de movilizarse, no podían tomar las carreteras sino improvisar trochas.

Entre el 6 y el 7 de diciembre del año 2000 un bombazo de las Farc dejó 19 personas muertas, 21 heridos y los escombros de 200 construcciones. El área central de Granada quedó con aspecto de campo de batalla. La versión más difundida habla de que ahí la guerrilla empleó 400 kilos de explosivos. William asegura que fueron 200.

La fecha del fatídico acontecimiento, Francis llevaba apenas un día de haber retornado a su pueblo tras su primer desplazamiento forzado por la arremetida de las Farc. El segundo desplazamiento fue entre 2003 y 2008 a causa de la violencia que desplegaron los “paras”.

***

Apenas a unos cinco minutos del pueblo, Francis cuenta que acá había un puesto de control y a todo el que veían con una libra de panela o un kilo de arroz de más se atenía a las consecuencias. Se llama El Carmelo y al avanzar un poco más nos topamos con una explanada en el sitio Tafetanes, donde posiblemente montarán un estadero. El abismo que se ve desde el carro, cuentan los guías, fue un botadero de muertos de todos grupos. Entre las víctimas hubo dos primos de Francis.

Unos 20 o 25 minutos después en el recorrido aparece un cruce de carretera a la derecha. Es visible por la inmensa roca sobre la cual Francisco “Pacho” Galeano está montando una venta de comestibles y licor. Es la entrada a la vereda La Quiebra. En las partidas, se insinúa una vía que intercala tramos en cemento y en tierra pelada; una paleta de madera en forma de flecha muestra que por allí también se va a Santa Ana.

Mientras que la niña que está a su lado juega con un pincher miniatura, “Pacho” rememora que él y casi toda la familia se fueron y solo quedaron los viejos, que a juicio de los armados de distinta pelambre, que los asediaron no constituían una amenaza.

William anota que este era un paraje estratégico porque quien lo controlara podía transitar hacia la autopista Medellín-Bogotá, a Guatapé, El Peñol, San Rafael o San Carlos. Señala a lo alto de una cuchilla y agrega que por ahí funcionó por mucho tiempo una emisora clandestina a través de la cual las Farc desplegaba su propaganda.

“Pacho” hace memoria del día en que se desató un combate feroz como ninguno entre la guerrilla y el Ejército:

—Nosotros estábamos desayunando. Eso fue como a las ocho de la mañana. Empezaron como a explotar bombas arriba y comenzó un enfrentamiento, hermano. Y después, viendo que por la montaña se veía un desfile largo de guerrilleros y del otro lado también se veía un desfile bravo de soldados, mi mamá decía: ‘Tírenme esos colchones encima’ y el resto nos metimos debajo de la cama también. Por ahí a las ocho de la noche pararon y nos fuimos para otra parte a esperar a que pasara la vaina.

—La balacera duró cinco días —apunta William.

Por mucho tiempo la vereda se quedó sola y aunque es cierto que mucha gente ha vuelto, también lo es que sigue habiendo casas de aspecto fantasmal.

*****

Más adelante, en el sector de La Aguada, Francis señala una casa de fachada blanca con puerta y ventanas azules, que está marcada en la historia porque coincide con un puesto de control casi permanente de la guerrilla y porque, en una fecha entre 2001 y 2002 que no recuerda, allí mataron a siete personas. En su momento se dijo que eran milicianos de las Farc que se habían reunido.

—Dicen que el Ejército le había avisado al cura de un operativo y entonces él se llevó a la gente (los vecinos) para la escuela, donde está la torre; hizo una misa para recoger a todo mundo —espeta Francis.

Avanzamos apenas un poco cuando el historiador apunta con el índice hacia otra casita en lo alto de una colina, casi a bordo de carretera, que de acuerdo con testimonios de personas cercanas al Eln, fue donde se originó el frente Carlos Alirio Buitrago, el mismo que le dio aspecto de cementerio a la autopista Medellín-Bogotá por un periodo largo.

—Fue una reunión donde se venían recogiendo muchachos de San Luis, venían desde el Magdalena Medio subiendo. Fue después de la Operación Anorí, que hizo desbandar a toda la gente de ellos que había en el Nordeste —dice.

Después nos desviamos por una vía destapada y salimos al río calderas con su corriente apabullante. Ahí la ruta Cordobesa se cruza con otra de un contenido histórico que remite a una guerra más añeja, posterior a la gesta independentista de Bolívar, cuando el general José María Córdova se rebeló ante la decisión del Libertador de hacerse dictador. El general O’Leary se encargó de doblegarlo y por acá fue la cacería. Un puente moderno y a su lado los vestigios de dos antiguos son la disculpa para que los Hijos de la Montaña traigan a cuento lo ocurrido en tres épocas diferentes.

Casi para concluir, paramos en una de las tiendas comunitarias que hay dispersas por las veredas de Granada, que son producto de procesos organizativos de las comunidades, pero también fueron de las primeras que tuvieron que cerrar durante el conflicto por ser chivos expiatorios de los armados. Ahora tratan de florecer de nuevo.

Antes de retornar al pueblo, hay una visita “obligada” a la escuela de La Aguada, donde la profesora Enoris Barco les enseña a ocho niños, de preescolar a quinto, a punta de canciones y manualidades. Ante la pregunta de qué sentido tiene esta estación en medio de un repertorio de escenarios sangrientos, William resalta que se trata de conocer las nuevas dinámicas sociales que se van dando en el postconflicto.

Algo tan extraño como que en los últimos días Granada no haya figurado en las redes sociales y medios de comunicación por hechos violentos, como en el pasado, sino por la manera peculiar en que un niño llamado Felipe vende empanadas en el parque a punta de piropos.

Las cuatro rutas diseñadas hasta ahora:

Ruta Cordobesa: Desde el pueblo, son cerca de tres horas que se hacen en carro y a pie. El recorrido incluye varios sitios marcados por el conflicto armado de las últimas décadas del siglo pasado y la primera del presente.

v Ruta “Persiguiendo a Córdoba”: Dura cerca de hora y media, siguiendo el recorrido que hizo el general O’leary para perseguir al general José María Córdova cuando se sublevó contra Bolívar. Comienza con un ascenso prolongado a pie y pasa por puntos claves como la caseta de la acción comunal de la vereda La María y por El Vergel, donde hubo varios hechos violentos en las últimas décadas.

v Ruta La Reconciliación: Parte del corregimiento Santa Ana y va a la vereda Las Palmas. Casi toda es en descenso y dura alrededor de dos horas. Pasa por donde las Farc tenía un hospital, baja a un charco grande en el cauce del río Calderas y culmina con almuerzo en compañía de los campesinos de la región.

v Ruta “Tras los pasos de la arriería”: Es un recorrido más natural que dura unas tres horas. También comienza en Santa Ana y baja al río Calderas en límites con San Luis, hasta La Bodega, donde la gente se puede bañar; Si hay suerte, es posible toparse con especies como monos Tití. Por acá queda el primer Bosque de Paz que inauguró el gobierno Santos, donde muchos árboles tienen placas con los nombres víctimas. De manera paralela los guías cuentan lo que pasó en la vereda La María, que fue la retaguardia estratégica de las Farc, donde el Ejército desembarcaba sus tropas y sitio de concentración de soldados y policías secuestrados antes de que la guerrilla los devolviera en 2001.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *